El colegial australiano aterrizó en Madrid, y los años parecían no haber pasado. Era él, con su traje, su corbata, su manera de ametrallar a sus fieles con la SG que tantas giras ha completado en manos de tal genio, pequeño de estatura y un músico tan grande como las olas que son galopadas por surfistas en su país natal.
Llovía, paraba de llover, la lluvia regresaba, pero la tormenta estaba en el escenario, toda una descarga donde truenos y relámpagos servían de trasfondo a una actuación magistral en la que el protagonista clavava sus pies en el suelo como si fuesen rayos: contundentes, precisos, demoledores, llenos de energía, imparables.
De principio a fin, desde su aparición hasta su adiós, tuve delante de mí la esencia y el espíritu del Rock, encarnados en cuatro extremidades sobrehumanas, dando lugar a una capacidad incalculable para que "Anything Goes" y "You Shock Me All Night Long" resonasen en mi cabeza durante todo el fin de semana.
lunes, 15 de junio de 2009
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